domingo, 26 de julio de 2015

La princesa Mili



Un cuento de Sara Pfaab

Había una vez, una princesa que se llamaba Mili.
Mili era una princesa mágica. Tenía súper fuerza, súper rapidez, volaba y hacía florecer las flores en primavera y hacía fuego, hielo, etc.
Sus padres, tíos, tías, abuelos, abuelas, primos y primas no sabían nada.
Como todos los días, Mili salió a pasear por el camino. Se encontró con un chico. De repente se enamoró y se desmayó. Pero, no se podía casar con él ni ser su novia porque nadie podía saber de sus poderes.
La pobre Mili se quedó muy triste. Un día, que le estaba ayudando a su mamá a preparar la cena, la mamá le pidió a Mili que prendiera el fuego.
Mili, sin darse cuenta, usó sus poderes para prender el horno y la mamá se dio cuenta. Mili le dijo que le jurara que no le diría a nadie sobre sus poderes.
Al otro día, se cruzó con el chico y le preguntó si se quería casar con ella y él le contestó que sí.

Se casaron y vivieron felices por siempre.


lunes, 13 de julio de 2015

La gotita aventurera



Había una vez un arroyo que estaba en la montaña y era muy transparente.

Era tan transparente, que se veían los pececitos que nadaban y las piedritas.

El arroyo pasaba en zigzag hasta que se hacía una cascada. Después volvía a hacer zigzag.

El arroyo pasaba por un bosque y también su recorrido pasaba por una estación de trenes.

Un día la gotita pasó por la estación de trenes. En el fondo del arroyo justo había una piedra. La gotita chocó contra ella y voló muy lejos, hasta caer sobre el tren que justo pasaba por ahí.

Primero la gotita temblaba, pero no sabía muy bien si temblaba porque el tren se movía o porque tenía miedo.

Pero después la gotita se calmó y vio los paisajes que la rodeaban. Campos amarillos de trigo. Campos de girasoles enormes. Campos de maíz para hacer pochoclo…

En un momento, empezó a hacer mucho calor y la gotita se empezó a sentir liviana.

De pronto, empezó a subir y a subir, transformada en una nubecita muy chiquita. La gotita se juntó con otras gotitas y formaron una nube gordota. Las gotitas se conocieron y se pusieron a hablar un rato entre ellas y a jugar a la rayuela.

Hasta que, en un momento, la gotita se empezó a sentir cada vez más gorda y más pesada. Y, en un momento, se empezó a caer y dijo –¡aaaaaaaaahhhhh!-. Pero después miró para arriba y vio que las otras gotitas también se caían.

Y, adivinen a dónde aterrizó… ¡en la montaña!

 –¡Otra vez en mi hogar!- ,dijo la gotita,  mientras le latía con fuerzas su corazón aguado.


FIN  

domingo, 12 de julio de 2015

El bosque del Etcétera



En esta bolsa de colores, hay una historia que dice así:

Había un bosque muuuuy grande. Tan grande, que nadie sabía muy bien dónde empezaba y dónde terminaba.

En el bosque vivían un montón de animales y bichitos, de todos los colores y tamaños.

Había caballos y vacas; ciervos y leones; pájaros y pajarotes; gallinas y patos; jirafas y elefantes y etcéteras. Los Etcéteras son animales muy especiales.

Los Etcéteras tienen una sola pata, una cabeza redonda y una nariz larga, que también es la boca. Son de color verde y no tienen dientes ni pelos. Son blanditos y suaves, como de gelatina. Se alimentan del aire. Respiran fuerte por su nariz de trompeta,… y listo.

Muchos animalitos se alimentaban de pasto y hojitas, pero la mayoría de los animales se comen entre sí. Por ejemplo: los gatos se comen a los peces, los leones se comen a los conejos, las gallinas a las lombrices, y así.  Pero los Etcéteras no comen a nadie, ni nadie los come a ellos. Son animales muy especiales, del tamaño de un nene de 3 años.

Cuando hay un problema, los etcéteras vienen enseguida a tratar de arreglarlo.

El bosque era muy grande y ahí  vivían muchos animales, por eso siempre había mucho lío. El gato se la pasaba tratando de pescar al pez, el perro correteaba al gato, el león quería agarrar al perro y el elefante se enojaba con el león. Todos corrían a todos. Era una cola de malhumor y de enojamiento.

Todos se portaban mal.

Al final del día, todos estaban enojados con todos. El bosque era un gran bochinche.

Entonces, un día en que estaba medio nubladito, el Etcétera más viejo y más sabio se cansó de tanto despiole. Pensó: “¡Así no se puede vivir tranquilo! Tenemos que hacer algo. Qué todos estén peleados con todos, ¡es muy cansador! Hay que hacer algo”.

El sabio Etcétera decidió, entonces, organizar una reunión de todos los vecinos animales. Con su voz de corneta, que se escuchaba por todo el bosque, dijo:  - “¡Atencioooón, atenciooón! Mañana, a las 5 de la tarde en punto, nos reuniremos todos, toditos en la laguna”.

Todos los animales respetaban al Etcétera, porque sabían que era muy bueno y muy sabio, entonces cada uno contestó: -“Si, Etcétera”.

Al otro día, así como lo había dicho el Etcétera, todos se juntaron a las 5 de la tarde, en la laguna.

Era una reunión de animales muy difícil, porque todos estaban enojados con todos. Nadie se había saludado y casi ninguno les hablaba a los otros animales. Solo hablaban con los otros animales de su misma especie. Y los que hablaban con otra especie, solo lo hacían para pelearse.

Cuando todos discutían con todos, llegó el Etcétera. Bastante molesto con sus compañeros animales, puso la más fuerte voz de trompeta que pudo, y dijo – “¡Atención, atención, que voy a tomar  lista!”. Esperó tres segundos, hasta que todos se quedaron en silencio, y empezó:

-Jirafa-

-Presente-, dijo la jirafa con su voz de cuello largo.

-Elefante-

-Presente- dijo el elefante con su voz de trompa.

-Ardilla-

-Presente- contestó la ardilla, con su voz chillona.

Y así, el etcétera nombró uno a uno.  No había faltado nadie. 

Estaban todos, todos los animalitos y bichitos del bosque.

Una vez que terminó de tomar lista, el Etcétera dijo, bastante enojado todavía “- Los he reunido acá, porque esta situación no da para más. ¡Ya me he cansado de que estén peleando como locos!”-

Todos los animales estaban en silencio. No se escuchaba ni una mosca, porque las moscas también estaban en silencio, escuchando al Etcétera.

Entonces, el Etcétera, siguió “- Todos se quieren comer. Todos andan persiguiéndose, todo el tiempo. Y ustedes saben que a nadie le gusta ser un almuerzo. Y, hablando de eso: recemos por el conejo, que ¡se lo comió usted, señor León!”.

Todos recordaron con respeto, al conejo. Incluso hasta el León puso cara de triste y empezó a hacer pucheros y se le cayeron unas lágrimas gordas, que se fueron corriendo hasta la laguna.

-Esto se tiene que terminar – dijo el Etcétera. –Ya no podemos vivir persiguiéndonos y escapándonos todo el tiempo. Andar así por el bosque es un peligro. ¡Todos andan como locos, a mucha velocidad, y es un peligro! ¡Van a terminar lastimándose y, en un tiempo, vamos a andar todos con muletas si seguimos así!-

En el bosque todo era silencio. Nadie decía ni mu, ni siquiera la vaca. Tampoco se escuchaba la música que el elefante, con sus orejotas enormes, siempre escuchaba a todo volumen.

Y el Etcétera siguió: - Vamos a arreglar este lío. Por dos semanas, nadie va a comer a nadie. Todos se van a portar bien. Si a los leones les da ganas de comer conejos o a los perros les da ganas de perseguir a los gatos, van a tener que aguantarse las ganas. Cuando les dé hambre, van a comer hojitas y pastito y tomar agua de la laguna, pero antes van a tener que pedirles permiso a los árboles, a los yuyitos y a la laguna –

El Etcétera se fue y el resto de los animales, también.

Durante las dos semanas siguientes, todo fue tranquilidad en el 
bosque. Nadie perseguía a nadie y nadie estaba enojado y los elefantes escuchaban música divertida, con el resto de los animales.

Cuando se cumplieron las dos semanas, se volvieron a juntar a las 5 de la tarde, en la laguna.

-¿Se portaron bien?- preguntó el Etcétera

 -¡Siiii!-, respondieron todos los animales, a coro.

 -Entonces, ¡a festejar!-, dijo el Etcétera, muy contento.

Entonces, los castores tallaron árboles para hacer maracas y los leones se tiraban pedos, para hacer ruido, y armaron una gran fiesta, con baile y todo.

No hubo más peleas en el bosque, a partir de ese día y todos volvieron a ser felices.

FIN